Alabado el gran manantial

Historia del traductor: Thomas M. Westrup

 

1. ¡Alabado el gran manantial
que de sangre Dios nos mostró!
¡Alabado el Rey que murió;
su pasión nos libra del mal!
Lejos del redil de mi Dueño,
vime pecador, perdido y vil.
El Cordero sangre vertió;
me limpia sólo este raudal.

Sé que sólo así
me emblanqueceré.
Lávame en tu sangre, Jesús,
y nívea blancura tendré.

2. La punzante insignia llevó;
en la cruz dejó de vivir.
Grandes males quiso sufrir;
no en vano Cristo sufrió.
Al gran manantial conducido,
que de mi maldad ha sido fin,
«Lávame», le pude decir,
y nívea blancura me dio.

3. Padre, de Ti lejos vagué;
extraviose mi corazón.
Como grana mis culpas son;
no con agua limpio seré.
A tu fuente magna acudí;
tu promesa creo, oh Jesús;
la eficaz virtud de tu don,
la nívea blancura me dé.

 

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